domingo, 26 de diciembre de 2010

una lista, parte 1.

Las listas de los discos del año son una vaina muy mezquina, casi siempre pretenden dar una sentencia objetiva, un repaso por el mercado, por las nuevas tendencias, por el buscar hacer tendencias. Cómo hacen? cómo deciden cúal es el disco del año? cómo se atreven? Las listas de las revistas deambulan entre lo que más se vendió, lo que mejor se pagó, los gustos personales... en general son listas de mercado, para el mercado. A veces, hay otras listas más bonitas, por lo menos más honestas, que regalan momentos de la vida de alguien y se ponen ahí quien quiera ver. Luego de listas como las linkeadas, a las que en general me suscribo, sentí una especie de ansiedad y ganas de decir que yo tambien oí música este año. Trataré de poner cosas que esas otras dos no hayan puesto ya, cosas que me gustaron, sin ningún orden en particular.. 

Deftones: diamond eyes.

Al final de este año, nadie habla de este disco, ni de su bajista en coma, ni el espiral de decadencia de la banda, ni de su retorno. Por alguna razón, para mi este disco significa muchas cosas al tiempo. Es oscuro, sexy, peligroso, violento, atrevido, sensual...cada canción me ha hecho feliz cada vez que la oigo.

Afrocubism: Afocubism 

Yo me imagino cuantas cosas se podrán decir de este disco, del sur global, del exotismo, del rótulo música del mundo. No importa, o si, pero de cualquier manera cada canción de este disco esta hecha con tal cuidado, creatividad y calidad que cualquier discusión se queda corta ante lo que logró esta gente.  


Agalloch: the Marrow of the spirit. 

Cuando todas las bandas del black, del folk metal, del sludge, del doom, del progresivo, de todo el universo metalero, quedan estancadas en riffs determinados, bandas como Agalloch destrozan cualquier expectativa posible y crean discos destinados a cavar profundo en el abismo. Yo no puedo, aún, describir con claridad lo que esas canciones han generado en mi, como me han frenado en la mitad de las calles, como parecen compaginarse perfectamente con el invierno.

 

Isahn: After. 

En los últimos años, las bandas de black se han obsesionado con meterle vientos a sus cancioncitas. Casi nunca logran que ese sonido se vuelva organico, es decir, que haga parte de la canción y más bien suena como un sonido marginado. Si logran superar la voz rasgada-gutural de ihsahn, se van a encontrar con algo que nadie esperaba fuera a salir. On the shores debe ser una de las canciones mas impresionantes que he oido en muchisimo tiempo.


Flying lotus- Cosmograma 

En una de esas revistas de música e instrumentos comparaban los juegos de sintetizadores, programación y beats de este señor con formas de improvisación del jazz. Claro, algo debe tener que ver que sea familiar de John Coltrane para que lo digan. Cuando Flying Lotus comenzó, hacía una especie de hip hop experimental que lo fue llevando a lugares cada vez menos comúnes hasta que terminó sacando el Cosmograma, un gran viaje por el sonido de un laptop.   

Reflection eternal- revolutions per minute

Hay varias razones por las cuales al gran Talib no le ponen mucha atención. Sin embargo, el tipo es un excelente rapero, sólido como pocos, se sabe mover muy bien entre las letras de la calle, temas políticos, amores, tristezas. Talib rapea sobre la vida. Es fuerte, no escapa a la dureza de la ciudad pero siempre ve más allá de la venta de crack. Hace parte de esa recuperación del hip-hop clásico, menos lowrider y champaña y mejores beats funkies, mas soul, mas r&b, mas barrio. Talib es como volver al native tongues, siempre de la mano de mos def y common, pero con el wu tang rondando siempre en cada esquina.  


Vendrán otros. 

 






viernes, 17 de diciembre de 2010

dos imagenes

La imagen que suele aparecer de mi papá aquí y allá siempre me ha parecido extraña. Alguna vez me invitaron a escribir en una revista similar a ésta y lo expliqué. Es un retrato en el que el señor Alirio se ve dormido, con la mirada perdida, como si le hubieran tomado la foto recién levantado, como si tuviera guayabo. Es un retrato extraño porque sus ojos se dirigen más bien hacia el suelo, como si el espectador tratara de iniciar un dialogo con él y mientras tanto Alirio decidiera ver los zapatos de una persona distante para mostrar su falta de interés en la conversación. Pienso en esa imagen cada vez que alguien quiere hacer algo con relación a mi papá.

En algún momento, la imagen que rondaba era una ampliación de una foto que mi mamá nos tomó en la Guajira, corriendo sobre un muelle. Por alguna razón, tengo la imagen de la Guajira en aquel momento como un lugar café: agua café, palos café, el muelle de color café que temblaba a nuestro paso. Esa imagen es curiosa. Se publicó originalmente en la contraportada de la revista Colombia Hoy y se reprodujo en otros lugares. A veces alguien me reconocía y decía “yo tengo esa foto en mi biblioteca” o “la tengo aún sobre mi escritorio”. Casi siempre la mención a esa foto va acompañada de una sonrisa cómplice, amigable, definitivamente melancólica. Nadie se escapa. Ahí está el Capi Pedraza, corriendo con una camisa azul y su gorra de cuero, tomando a su hijo de la mano, corriendo hacia quien sabe dónde, seguramente hacia la victoria siempre. Al fondo, o lo que se parece a un fondo, el cielo azul, muy azul, que se confunde a veces con los colores de nuestra ropa. Es difícil no caer en las manos de esa foto tan llena de movimiento, tan distinta a la que circula ahora en cada evento y conmemoración. Ese retrato es tan serio pero tan deficiente en todos los sentidos, captura la expresión de un hombre muerto ya, arrinconado en el olvido, un ser que no quiere mirar a nadie, que quiere mantenerse fantasmal. La segunda está decididamente elegida para hacer llorar al espectador, llevarlo por los caminos de la empatía y fortalecer los discursos de sueños y familias rotas por la violencia.  

En mi casa, sin embargo, hay una imagen que siempre me ha impactado a mí. En ella, mi papá no está. Pero precisamente de eso se trata. Alguna vez -los que vivieron esto sabrán el día, la fecha y los sucesos mucho mejor que yo- una cantidad de gente decidió tomarse el concejo de Bogotá y exigir a mi papá de vuelta. Entraron, con pancartas y decisión, por las puertas que albergan esa falacia que llamamos democracia, y se tomaron el recinto. No recuerdo cómo habrá terminado el asunto, seguramente no les devolvieron a mi papá, pero eso no importa ahora. En esta imagen, refundida entre las fotos de mi casa, varios amigos del tal Capi están en sentados de frente al auditorio, y mi mamá está con ellos. Todos ahí, exigiendo el retorno de un amigo, de un compañero, de todo eso que se llevaron. En esa imagen mi papá, evidentemente, no está, tampoco estoy yo, que siempre preferí ocultarme en el fútbol y las pataletas antes que enfrentarme a todo lo que ellos y ellas peleaban. Pero esa imagen deja ver otras cosas. La no presencia de Alirio hace que emerjan otras emociones, otros afectos, que aparezca la rabia y la dignidad que se niega a desaparecer con él. En esa foto no está él, pero están los amigos de mi papá y sus luchas, esas por las que las que terminaron llevándoselo.

Todas estas imágenes capturan momentos diferentes, emociones diversas. Podría decir que el retrato en primer plano es parte de esa figura pública del abogado defensor de derechos humanos, mientras la foto conmigo tiene un carácter más privado, que establece una conexión distinta con el espectador y que lo obliga a recordar que ese señor solemne y serio también era un papá, tenía una familia. No deja de ser curioso como ambas figuras reafirman una serie de dicotomías que terminan dividiendo a mi papá en dos, o en cuatro o en ocho o en doce según sea necesario. Fundamentalmente en dos. De una parte, la vida pública, de otra, la vida privada. En las conmemoraciones mi papá suele aparecer en su primera condición, es decir, como figura que defendía lo común, el derecho de la gente a ser gente. Podría preguntarme porque no aparece esa otra faceta, sin embargo, las razones pueden ser -son- bastante diversas y eso es lo que menos me interesa. Lo cierto es que lo que se afirma en ese ejercicio no son dos facetas, sino más bien una ruptura. La vida, a través de las imágenes, se convierte en una serie de eventos fijos cuya conexión solo es posible en la presencia de aquél que, ahora, no está. La figura de mi papá se reconstruye a través de esos fragmentos, en una constante búsqueda de agarrar el tiempo, de volverlo a poner en juego hoy, de negarse a la victoria de la muerte y, en el caso de mi papá, la sustracción de su cuerpo del ámbito social como forma de aniquilación de su presencia, como la afirmación de la incertidumbre y la parálisis.  

Podría decir que hemos tratado de reconstruir el cuerpo de mi papá de muchas maneras, que a través de ejercicios como las conmemoraciones, o fijar imágenes en el tiempo, hemos buscado la manera de recuperar el cuerpo que nunca hemos podido encontrar. Es como si a través de esos ejercicios intentáramos dar una pelea que en otros ámbitos perdimos hace mucho, o que por diferentes motivos dejamos de dar. En ese sentido, esas dos imágenes, que resuenan en muchos lugares, terminan siendo increíblemente relevantes con relación a la búsqueda de...no digamos construir memoria, sino más bien resistir la consolidación de una memoria hegemónica que subsume la vida de mi papá y lo convierte en un ser marginal y abyecto. Sin embargo, algo me incomoda de ese proceso. Entre las dos imágenes, hay una evidente dislocación, algo que no cuadra en ninguna, o mejor, algo que no cuadra con relación a lo que se busca, a la definición de la figura de mi papá. En general, me atrevería a decir que el asunto cuadra en pocos casos, pero en el de mi papá, que es el que en este momento me interesa, el asunto cuadra menos. La construcción de su figura se desplaza siempre de lo público a lo privado, dejando un vacío enorme en el tránsito o la distancia entre un lugar y el otro, pero lo que es más importante, acentuando la diferencia entre ambos lugares.

Siempre le temí a este momento, a que me tocara a mí pensar en la tan famosa conmemoración. No sé qué hacer ni cómo realizar el performance del recuerdo. No es un asunto de desdeñarlo, pues sé de la importancia que hacerlo ha tenido, pero yo no tengo la menor idea de cómo llevarlo a cabo. Desde la preparación me entra cierto nerviosismo, y tener que imaginar el evento en sí, me causa pánico. Las miradas, los silencios, la búsqueda conjunta por recordar la existencia de alguien que ya no está. “Yo conocí a su papá”, me han dicho muchas veces, y nunca he sabido cómo responder a ese acto tan sincero de solidaridad. “Yo conocí a su papá” me dicen, esperando -pienso- algún tipo de respuesta que por un momento nos ayude a pensar a todos en él, a articular nuestras vidas desde el pasado. Un acto ritual que estoy definitivamente incapacitado para llevar a cabo. Me miran, con la misma mirada con la que me cuentan que me tienen en su escritorio con mi papá corriendo y tomándome de la mano, como si la esperanza se condensara en esa foto y yo me quedo mudo, impávido, sin saber nunca cómo responder a lo que entiendo es un llamado a recordar juntos, o a que por lo menos establezcamos algo que nos une. De alguna manera, en esa frase recurrente emerge la búsqueda de construcción de puentes entre diferentes tiempos, espacios y emociones. Entre la intuitiva búsqueda por sentidos del pasado, por la remembranza como posibilidad de traer el pasado al hoy, hay algo que es profundamente insondable. Ese pasado se nos escapa constantemente, se diluye una y otra vez en nuestros intentos por capturarlo, se convierte en algo particularmente etéreo que intentamos una y otra vez evitar que pierda su presencia en nuestras vida. Es la distancia que hay entre la imagen y la vida. Observamos la imagen y tratamos de descubrir en el rostro, en la escena que ha sido capturada por la cámara, las señas que nos ayuden a reconocer ese pasado. Una mueca, un pliegue de la piel, la contorsión, el movimiento, a veces como un intento desesperado por encontrar alguna semblanza del tiempo en los límites de la figura observada.  

Ahora pienso que ese pasado es inaprensible, que a pesar de su inevitable condición de constitución del presente no hay forma de capturarlo en el hoy. También pienso en la figura de mi papá, fragmentada entre los tiempos imaginados, dividida entre lo público y lo íntimo. Repaso aquella foto en la que no está y pienso que a pesar de su no presencia, es precisamente eso lo que le da el aura de su existencia. Es ahí, no en otro lugar ni en las otras imágenes, donde la idea de Alirio converge y adquiere sentido. Si yo pudiera, cada vez que alguien me preguntara que foto debo usar para acompañar el nombre de mi papá, le pediría que fuera aquella imagen en la que la rabia de todos sus amigos y amigas se reunió por un momento, decidida a romper la impunidad que acecha, gritando que a la gente la pueden matar, pero el tiempo y su presencia en el presente, no se borra. Ahí, en esa imagen donde mi papá no está, curiosamente es donde yo lo veo.  

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Julia navidad.

Así debe gritar Bjork cuando la esten estrangulando. Ella, en el callejón a la salida del sitio del concierto, con las manos de un hipster demente alrededor de su cuello y el sonido de los huesos quebrándose y vibrando en la piel. 

Tal vez a eso se parezcan las pesadillas de Mary Poppins. La voz crepitante, la guitarra tan lenta, la batería expectante. Y mientras tanto Julie Christmas, narrando una historia, saltando con cierto ritmo entre las palabras, llevandonos con tranquilidad al lugar donde descansa el horror.

Tal vez a eso suena el dolor más profundo en el corazón, el que nos acompaña y nos hace pensar en la muerte como posibilidad. Al que le damos la espalda pero nos mira con cierta indulgencia, ese sufrimiento que hacemos de cuenta que no existe porque, si somos hombres, no nos está permitido sentir.    

Eso es lo bonito de esta mujer. La primera vez que la oí fue particularmente confuso. Un reto. No es la cantante de metal que lanza gritos guturales, ni tampoco la que explota su timbre en funcion del hard rock. Ella no es la figura de la naturaleza prístina, la belleza peligrosa que se contrapone al horror de un sonido que quiere evocar el mal más malo. No hay en ella la representación de una princesa, ni una doncella  antes de un ritual satánico. Ella juega con otros miedos, otros dolores, otros sufrimientos. Los pone en juego en su música, en la manera en que se desgarra su voz y muere con la guitarra, o en la forma en que se deja llevar por su propia desolación, por las historias que narra con particular suavidad para  luego explotar en los oidos. Ella se sitúa en los límites de nuestras concepciones sobre lo que entedemos por el miedo  y lo desestabiliza, nos obliga a temer distinto, a explorar-nos y reconocer que ahí está el dolor, que el miedo no se ha ido, que se esconde en algún lugar de nuestros cuerpos, agazapado, listo a emboscar. Es de alguna manera como si mientras todos los demás quisieran pintar un panorama de un terror externo, Julie Christmas nos dijera que no tenemos que buscarlo afuera, que solo hay que mirarnos para sentir como nos descomponemos con el tiempo. 

De paso, es una invitación cordial a esperar a Bjork a la salida de su próximo concierto y tratar de comprobar que tanto se parecen estas voces cuando una de las dos, la que habla de la vida, agoniza, grita y patalea. 

lunes, 20 de septiembre de 2010

mixtape 3 o 4 o ya no se

Bueno, en algún lado me pidieron esto y le he venido dando vueltas. Esta hecho de una manera un poco brusca, pero en fin. El playlist lo pongo despues. De todas maneras, arranca con una canción brasilera que no lo es tanto (es mas bien una cancion hecha en brasil) y termina con luis towers. En la mitad hay diferentes sonidos de diferentes lugares. 

4 by dontomeito 

martes, 14 de septiembre de 2010

a silver mount zion

Mientras el mundo es saqueado, los zombies caminan por las calles y se palidecen las pieles de la gente antes de dormir, A silver mount zion canta. Al tiempo que el tiempo se acaba y en las metrópolis postcoloniales revientan los truenos de una decadencia insoportable, el sonido de una guitarra se despliega entre la tristeza y la esperanza que no deja de parecer más bien un canto a lo primero aferrandose tercamente a lo segundo. Las ciudades gigantes se doblan mil veces y en cada esquina esconden los trazos del camino a sociedades autómatas y muertas, donde suenan violines y chelos que relatan la historia de como llegaron hasta allí, hundiendose sordamente en la soledad y la miseria. En el siglo XIX, Marx apelaba a ciertas metaforas e imagenes en las que el trabajador aparecía totalmente sometido y alienado cuando se le sustraía el trabajo, que para Marx,es mas o menos el mojo de austin powers, es decir, la vida, la fuerza, la posibilidade de ser. Y así construye sus paisajes sonoros A silver Mount zion, no desde la miseria del trabajador esclavizado, es decir, no desde las maquílas y su brutalidad, sino desde los centros comerciales y casas y labradores en los suburbios, como pincelazos que van cerrando el horizonte hasta aprisonar la creatividad, la vida, el movimiento.

Y así van cayendo las notas y los cantos, que a veces parecen cansados y ágonicos. Las tormentas de nieve silencian la ciudad y le dan otro tiempo a las ciudades, y mientras tanto a silver mount zion suena esperando que el cielo comience a bajar, como estripando lentamente el espacio hasta que todo explote.

domingo, 16 de mayo de 2010

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First breath after a coma deja destellos de vida en cada nota. Camina entre un extraño mutismo, entre un aparente silencio del discurso, como si no dijera nada y al tiempo lo dijera todo. Emerge con calma de la calma misma, se pasea entre la melancolia y la resurección, o mejor, entre el abismo y la afirmación de lo posible. Sin embargo, algo se escapa, o se vuelve curiosamente difusa. Entre lo que suena, lo que quieren expresar y lo que siento cuando oigo la cancion, emerge una zona oscura, inapropiable o incomprensible.

Asi oigo first breath after a coma, como si la canción me estuviera llamando a sacudirme la tristeza que llevo a cuestas y que me reduce a un ser parcialmente fantasmal, que deambula en silencio entre edificios gigantes, que es visto desde la distancia con una mirada que parece mas un escrutinio a lo insodable. Tal vez así me veo yo desde afuera, como preguntandome que hace ese tipo caminando así, moviendo la cabeza así, al ritmo de qué, vistiendose así, Pensar así, al ritmo de una canción que explora el momento en el que alguien abre los ojos y trata de respirar otra vez, sabiendo esta vez que respira, que ese acto es su acto, que lo desea, desea respirar y busca atrapar el aire para poder luego vivir, ser, respirar otra vez.

Curioso como una canción tan llena de esperanza puede terminar por acabarla.

martes, 4 de mayo de 2010

Deliciosa esquizofrenia

A Jose le gusta ruben blades, y le pega a los tambores cuando no está haciendose el serio. Escribió esto y lo puso a circular por los correos. Lo reproduzco aquí, porque me parece vale la pena leerlo. 

Rubén Blades, una leyenda viva de la cultura y de la política latinoamericana, tocó durante tres horas en el Coliseo Cubierto “El Campín” el 1 de mayo, en un escenario esquizofrénico.

Antes de que empezara la murga, aparecieron varias personas con camisetas de la campaña a la presidencia de Antanas Mockus. La gente se levantó de sus sillas y aplaudió. Luego los promotores de la acción política repartieron tiritas fluorescentes de color verde, y con ellas se alumbró el baile durante las tres horas.

Rubén comenzó cantando “El Padre Antonio y su monaguillo Andrés”. Dedicada al padre Arnulfo Romero, asesinado en 1980 en el Salvador por defender los derechos humanos. El público pudo bailar “Pablo Pueblo”, en homenaje al Día Internacional del Trabajo y se pidió que el próximo gobierno tuviera en cuenta que las mujeres deben recibir los mismo que los hombres. Tocó “Plantación Adentro”, en la que se denuncia la marca histórica del esclavismo en las plantaciones latinoamericanas. Cantó “Ojos de Perro Azul”, como el cuento de García Márquez, en la que se alude a los “pueblos corriendo en eternas retiradas” y a los hombres que se niegan a esa huida, como tantos los que han enfrentado a la muerte en nuestro territorio. Mejor dicho. Rubén Blades cantó a lo que siempre canta, a la verdad, a la justicia, a la memoria. Y el público que coreó al inicio por Antanas Mockus cantó también “Desapariciones”, escrita contra las dictaduras de Argentina y Uruguay, pero según sus propias palabras, también para cantar aquí en “democracia”.

Votar por Antanas Mockus, con el corazón y la mente puestos sobre la libertad, con la conciencia acerca de los crímenes que han definido la democracia en nuestro país, y con el relacionamiento entre esos crímenes y su causa, encallada en la acumulación de tierras, poder y dinero que mató a Camilo Manrique y a Pablo Pueblo, es simplemente esquizofrénico. Claro, esa elección tiene varias lógicas: No más Uribe, rechazo a Santos, rechazo a Petro porque se le concibe igualmente conflictivo o peligroso, y en algunos casos, por la aventura de lanzarse a la nada, distinta del monolítico destino invariable de los últimos ocho años. Pero aunque esa elección tiene lógicas no tiene coherencia.

Mockus continuará, como todos los candidatos, con la Seguridad Democrática. Ahora la enmarcará en la legalidad, es decir, la continuará, sin esas cosas feas que no nos gustaron de ella. Lo terrible es que la propuesta de consenso social para definir el disgusto que motiva los cambios es la naturaleza ilegal de lo rechazable. Así, no lo es la funcionalidad del poder del Estado para la construcción de un tipo de país que se nos estructuró en contra la paz y la justicia social. Por eso ahora todos los ilegales estarán prohibidos jurídica y culturalmente, asimilables a Mancuso y a Don Berna. No importa que las leyes hayan sido producidas por para-politicos, o por oligarcas rapiñosos. Su contenido no es objeto de discusión. La estrategia de la Seguridad Democrática, que era la de convertir la política antisubversiva en una política legitima y legal sobre la base del antiterrorismo, tiene ahora un camino para su consolidación más propio de intelectuales de derecha que de finqueros, pero al fin, de derecha, no neutro. Para todos los problemas del indio que trabaja en las plantaciones de Palma Aceitera, o del trabajador acusado de ser privilegiado frente a los pobres, la respuesta es la misma: “La vida es sagrada”, y por defecto, “no me acuerdo de qué opiné cuando bombardearon el campamento de Raúl Reyes en Ecuador”. Y la elección por Mockus es entonces por una perspectiva, que mira para un lado mientras la esperanza mira para el otro. 

Si Mockus será el próximo presidente, ello será mejor que si lo fuera Santos. Pero ello, con su lógica, no es coherente con un baile por la verdad, la justicia y la memoria.



José Antequera Guzmán

viernes, 2 de abril de 2010

Discos olvidados.

Celia Cruz, the forgotten Tapes. 

Era 1993 y Celia ya vivía en Miami, o donde sea que viviera ella (yo supongo que era Miami). Su "azucar" le estaba causando diabetes musical.  Una noche le dijo a su esposo que ella no podía estancarse, que sentía que de los años de la Sonora, de aquella época en la que creyó en la revolución cubana a su nueva época como orgullosa gusana poco había cambiado musicalmente. Los mismos bongoes y el mismo tumbao, decía preocupada mientras se miraba al espejo y buscaba impacientemente algo que la sacara de la monotonía salsera, o mejor, de la manera en que todos movían las caderas al ritmo de las trompetas. "Demasiadas trompetas mi amor", le dijo una vez a Tito Puente que intentó, para ella, saturar varios discos de saxofones y timbales monstruosos que solo exacerbaron el descontento de la cantante. 

 Fue así como durante una gira en Alemania conoció el cuero. O mas bien, conoció el latex y el cuero y los látigos y toda a esa exaltación del sadomasiquismo en las manos del rock industrial. Al comienzo los vio desde la distancia, en la entrada de un bar gótico en el que los chicos y chicas de la ciudad se acercaban para oir a sus bandas favoritas, mientras ella, en la inmesidad de una limo blanca con vidrios oscuros, sentía la distancia aparentemente insalvable entre el desparpajo de la decandencia post-industrial del industrial y su tropicalísimo ser. Ellos, misteriosos seres deambulando en la noche de una ciudad siempre en ruinas, mirando el mundo desde ese lugar lleno de dudas, sintiendo en la piel el latex y las miradas de un mundo que no los entendía. Tan punks, tan cyber, tan decadentes, tan hermosos. 

Lo que siguió no ha sido descubierto en su totalidad. De alguna manera Celia se escabuyó en un concierto de KMFDM, y tuvo lo que algunos llamaron"extraño coqueteo" con Sascha Konietzko. Quienes lo presenciaron dicen que a él siempre le gustó la Sonora y en general la Fania. Algunos afirman que lo suyo era una transmutación sonora, salsa a la alemana. Pero por supuesto no son más que especulaciones. 

Lo que sí sabemos es que  luego de una larga conversación en donde el brillo de las lentejuelas de Celia alumbraron la siniestra determinación sexual del lugar, ambos músicos decidieron hacer un disco juntos. Las sesiones de grabación, dicen, se llevaron a cabo en Londres, donde Celia aprendía a una velocidad excepcional el uso de sintetizadores, secuencias, máquinas y guitarras eléctricas. No es claro si llegó a usar cuero y látex de manera regular, pero aseguran que al menos lo intentó.  

El proyecto, que para seguir los deseos de Sascha tuvo un acrónimo como nombre, logró grabar seis canciones en forma de EP, donde se incluía una mezcla de "Burundanga" que algunos llegaron a llamar "mas agresiva que la original". De cualquier manera, lo cierto es que por razones desconocidas, de las que ninguno de los dos músicos ha querido hablar (algunos creen que el affaire entre ellos era más que musical), el disco nunca salió a la venta y las únicas dos copias permanecen en el sepulcro de Celia, que decidió ser enterrada al lado de esa fúga del sonido que la hizo la leyenda que es hoy. 



martes, 30 de marzo de 2010

Contradicciones.

Que no lo diga yo, que lo diga Gil Scott-Heron. No sabemos que es, no hay certeza,  solo la incertidumbre de un futuro posible, otro futuro, un futuro otro que se despliega sobre la vida. No lo digo yo, lo dice Gil Scott-Heron, con su voz entre tambores y el llamado constante a levantar el brazo y empuñar la mano, mientras recorremos el negativo de la revolución, que no vamos a ver por televisión. Y asi, mientras tratamos de derribar el orden, repasamos nuestra propia vida para saber que es lo que no va a ser, para reafirmar como se abren las puertas de un lugar indeterminado. No hay televisión posible que la detenga. Pero no lo digo yo, lo dice Gil Scott-Heron:

La revolución se pospuso. Dio sueño, se intentó, lo juran. La revolución estaba a la vuelta de la esquina, así lo dijeron, así lo afirmaron. Estaba todo listo para tomarse el poder, pero ese man tenía que parar en el McDonalds y buscar comida. Todo se dilató y empezó a llover. La revolución se pospuso porque empezó a llover, y mientras tanto ahí estaban ellos, en algún sotano de brooklyn oyendo música, fumandose un porro y con las armas listas a la confrontación. Tendremos que esperar, dijeron, pero el momento no llegaba y todo se hacía más denso, tal vez por el humo, tal vez porque estar encerrado en un sótano con fusiles que no cumplen su destino empieza a generar ansiedad y luego terrror. Con muchas erres. Habrá que esperar a que deje de llover, para salir a ver qué. 

Brooklyn Funk Essentials - 03 - The Revolution Was Postponed Because Of Rain by dontomeito 

 

lunes, 22 de febrero de 2010

denewmix

Delés y Guatari me tienen en el filo de la silla. La opción era correr, alejarme otra vez de las mil mesetas y sentarme a comer helado mientras veía house. Pero claro, no hay helado. Así que le dí vueltas a una canción de radio tarifa y decidí hacer un pequeño mix que va mas o menos asi

3.  by  dontomeito 

Radio Tarifa - Temporal - El Mandil de Carolina
 Gnawa Diffusion et Nass El Ghiwane - Gnawa Du Maroc
AKLI D - C'est Facile (Spanish Version)
Besh o Drom - Cigansko Oro
Tinariwen - Toumast
Surinder & Manjit - Boliyaan
Dam- I don't have freedom.mp3
 08001 - Orino  
 Blasted Mechanism - Under The Sun
Cheb Balowski - Plou Plom
 Novalima - machete
 Sonora Milagrosa - Como si el Mundo Estuviera Bien
 Fermin Muguruza - Loturak (Xabi Pery)


martes, 12 de enero de 2010

De Raymond Williams y mi abuelita

Veo una foto de Sebastiao Salgado del MST en la que la gente entra a una finca que será tomada. La puerta es de madera, como alguna vez fueron las puertas de la finca de mi abuelita, donde todas nuestras mamás (las de mis primos) crecieron. El corral estaba tambien hecho de madera y a mi siempre se me antojaba un lugar misterioso, lleno de vida y de ruidos. Era tambien un lugar lejano, donde cada cierto tiempo un camión dejaba o recogía vacas y todas las mañanas alguien las ordeñaba. La finca de mi abuelita no tenía vidríos en las ventanas, solo unos huecos que dejaban correr el aire. Tampoco tenía electricidad y nunca la necesitó. La carne se dejaba con sal a secar en el sol, el queso y los envueltos se hacían para vender en el mercado. La chicha se hacía para que mi mamá fuera feliz. Cuando yo era pequeño no tenía mucha predilección por la finca, aunque siempre que iba me bañaba en el río, montaba en burro o en caballo, acompañaba a los trabajadores y los fastidiaba mientras hacían sus labores, jugaba fútbol sobre ese pasto largo, cortante y falso que tiene el llano. Mi abuelita dejaba sonar la emisora. Mi abuelito, cuando yo era aún muy pequeño, me enseñaba sobre el tango y yo, cada vez que oía a alguna canción y él me preguntaba “quien es?” yo respondía “Gardel”, solo para que él se ríera de mi.  

Mi abuelita oía música llanera, la música del llano. Yo, cuando era chiqui, la desprecíe. Me ayudaba la diferenciación que me permitía el rock y el hecho de que en Bogotá esa música nunca pegó. Aprendí a bailar y se me olvidó. Mi mamá le regaló a mi abuela una nevera cuando llegó la luz a Morichal, y la nevera sirvió muy bien para guardar todo lo que no se tenía que guardar en ella. Mis tías le regalaron a mi abuela una cama, y ella durmió toda la vida en su chinchorro, guindado de lado a lado de su cuarto sin vidrios, flotando sobre la cama en la que los primos nos acostabamos a oir de vez en cuando sus historias. A veces llegaban señores amigos, que venían caminando de lejos, y tocaban y cantaban y hablaban, así como hablan ellos, como si el tiempo no pasara y solo quedara la inmesidad inaprensible de la geografía llanera. Un cuatro y unos capachos era todo lo que necesitaban. Mi abuelita tiene la voz del llano, la que llama a los perros para alimentarlos, la que dice “michico” para llamar a los gatos y siente a la distancia el peligro. Es una voz que atraviesa el mundo ayudada por el viento, como un grito sostenido que luego se va ahogando hasta perderse en el horizonte. Mi abuelita habla como si estuviera cantando, como si ella llevara el llano adentro y nadie más pudiera verlo. Mi abuelita es el llano, un llano olvidado que se está muriendo, así como ella se muere hoy, marchitandose todos los días sentada en una silla en la ciudad.  

Hay días en los que extraño con una tristeza absurda la carne que hace mi familia en el asadero. Sentir el calor insoportable y caminar desde la casa de mi tía hasta el restaurante, sentarme, pedir una cerveza y ver a mi primo decir que quiere poner a Simón Diaz pero que “este público no lo entiende.”. Ver la foto de mi tío coleando, una foto maravillosa que atrapa el momento exacto en que él y su caballo, llenos de barro, van cayendo al tiempo con la vaca. Hay días en que quiero sentarme a llorar en cualquier esquina de esta ciudad horrible por no poder estar recorriendo los caserios del piedemonte. Que me inviten a una cerveza mientras pregunto sobre los nuevos músicos llaneros que han salido. (eso, claro, cuando los tiempos eran bonitos y no teníamos que preguntar por los nuevos muertos que han salido). Días en que daría todo por dormir con mi chinchorro mal guindado en la escuela de Barronegro y esconder mi linterna entre las cobijas para leer algún libro mientras todos ya están dormidos. Yo no puedo dormir, ni aquí ni allá.  

Hay días en que el Cholo Valderrama se aparece como un fantasma sonoro en mi computador y canta como mi abuelita llamaba a los animales, como mi abuelo gritaba cuando había que arrear a las vacas. Yo lo oigo y me contengo, porque quiero salir corriendo y no se que hago en esta ciudad, consiguiendo títulos nobiliarios cuando tengo tan claro que quisiera estar en otro lado. Oigo al Cholo y siento como pierdo las fuerzas y se me aguan los ojos y recuerdo el río Meta, inmenso, al lado de mi mamá que me enseñaba al abc del trabajo de campo y me contaba como mi abuelo cantaba canciones en esas mismas tierras mientras llevaba a las vacas de un hato a otro. 

Hay días en los que escribo sobre la muerte. Sobre esa tarde en la que al compañero lo rodearon por 4 horas y él nos llamaba pidiendonos ayuda y nosotros solo podíamos decirle que se tranquilizara porque no podíamos movernos y él lo sabía. Sobre esa mañana en que volvió triunfante porque logró engatuzar a los soldados con frases sueltas que recordó del taller que hizo el abogado sobre como evitar que los milicos lo maten. Sobre esa noche en la que al llegar a una reunión me contaron que lo acababan de matar. Hay días en que siento la distancia como una puñalada que me rompe el alma y me hace sangrar hasta querer morir. Es en esos días cuando mi primo me manda una canción bonita, de esas que hablan de alcaravanes y atardeceres y morichales y yo siento que vale la pena vivir.