miércoles, 9 de noviembre de 2016

si es necesario, matar al presidente








Son montañas de muertos, de cuerpos fríos, de corazones e  intestinos al aire. Son miles de cuerpos que no vemos, las auras de cuerpos que soñamos abrazar, que creímos ver en los buses, en otros rostros que por un instante fueron nuestros antes de volverse otra vez anónimos.  Las punzadas devastadoras de la desaparición. Son los cuerpos que soñamos con poder ver, así fuera en la forma reducida de un hueso encontrado.  Un pedazo de hueso. El resto de un húmero, medio tobillo, un pedazo de parietal en el cuarto frío de medicina legal. Un reducto de un hueso. El polvo de un hueso que vibró en manifestaciones y reuniones y con otros cuerpos. Son Montañas de muertos las que nos trajeron acá. Estamos paradas en ellas.

Son huídas, fugas, llantos, cementerios, gritos, torturas, rabias, mitines, pedreas, balas, conciertos, obras de teatro, aguardiente, ron, más balas, el libro rojo de Mao, el qué hacer, las entrevistas de Harnecker, los sueños, el capital, ediciones lenguas extranjeras, la espada de Bolívar, la esperanza del ser mártir, la idea de unidad, la fractura, la muerte, el genocidio, los partidos (de fútbol), los movimientos (de cadera), los bazares en los barrios, la ortodoxia, el paso adelante, los dos pasos atrás, los cigarrillos, el porro, la fiesta, las arengas, los bolillazos en los cuerpos, las motosierras, el esmad, el f2, el cuarto verde, las pedreas, las papas, las chuzadas, las pintas, las llamadas, los gritos, el horror que no vamos a poder nombrar jamás,  más llanto, más gritos, pancartas, los corazones cansados, los recuerdos, el silencio, la dignidad. Todo eso somos. 

o eso fuimos.