domingo, 25 de diciembre de 2011

Las cuarenta

Esto iba a empezar diferente. Pero un día estaba con dos personas más tomandonos una botella de jack daniels (yei di, le decimos los que lo conocemos) mientras mirabamos por la ventana, sigilosos, esperando a que el hombre araña pasara. Depronto, aunque para ser honestos creo que no fue tan depronto sino mas bien una decisión consciente y premeditada, puse las Las Cuarenta. Entre el cantar y el traducir, emergió una parte de la canción que se escapaba a mi comprensión anteriormente. Vi los pequeños destellos del lado amable de la vida y en general el tono pragmatico con que se describe. A pesar de los sueños hechos pedazos y las dagas en el pecho hay un cierto dejo de aprecio por la vida. O más bien de resignación. Pero ahí está.

Con todo, es injusto Santullo con su hija. La hace rimar "cantame Las Cuarenta" como si esa canción no dijera nada, o no quisiera decir nada. La pone contra la pared del tiempo y le hace girar las manecillas tan rápido que en su primera intervención musical, la niña pide que alguien le cante una canción que le curta la piel, la haga dura y ya sin sueños de una vez. Mientras tanto, en cualquier lugar de las memorias sonoras, retumban Rolando Laserie, Ismael Miranda, Adriana Varela, Daniel Santos o Francisco Canaro tratando de cantar las enseñanzas de aquél que llegó con los sueños hechos pedazos a la vieja calle de su barrio, donde dio su primer paso.

Son hombres y mujeres que miran la vida como si ya la hubieran vivido toda, que repiten la sinsalida como el único destino posible. Personas que miran el pasado habiendo bajado ya los brazos o diciendo que ellos, ahora, se vuelven sobre sí mismos para decirnos que no hay nada que valga la pena, que todo es falso, que no hay esperanza ni futuro (medio punk el asunto.) Casi siempre lo dicen en forma de opuestos. "la esperanza fue mi amante, el desengaño mi amigo" o "lancé piedras y escupitajos, al lugar donde ahora trabajo". En todos los casos, intentan recordarnos que al ver sus propias vidas, se han dado cuenta de que no hay ningún camino que valga la pena recorrer. Todos inician con sueños, esperando algo, cualquier cosa, un instante de alegría, de liberación y tranquilidad. Regresan para advertirnos que no vale la pena salir, ni moverse ni querer ni mirar ni sentir. Pocas excepciones a esta manera de contar la vida: Ruben Blades en todos vuelven, Cafe tacuva en La Negrita. Pero en mi registro, lo mas comun es la decepcion, el desencanto.

Ya no soñamos. Lo posible nos ha sido arrebatado. Las Cuarenta han conquistado la vida.

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